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¿Cómo se organizan las pasiones en una sociedad y cuál es su funcionalidad?

El miedo es una emoción natural que compartimos con los animales. Superar el miedo es como convertirse en héroe por un momento. ¿Por qué? Porque hemos ido más allá de nuestros condicionamientos para tocar nuestra naturaleza inmaterial y permanente, aquello que es nuestra nobleza.

Como el miedo es natural, tiene más que ver con nuestra dimensión física. Nos permite conservar nuestro cuerpo. Garantiza nuestra supervivencia. Por el contrario, la ausencia de miedo garantiza la preservación de lo más sagrado, nuestro honor, nuestra dignidad, nuestro sentido del sacrificio, nuestra abnegación y me atrevo a decir que nuestra humanidad.

El ser humano se construye por su capacidad de superar las pruebas

El héroe es un ser humano aumentado, acepta retos y se transforma al mismo tiempo. Al hacerlo, está a la altura de los dioses. No es su igual, pero se acerca a lo más divino que hay en él.

Los seres humanos tienen aspiraciones nobles pero también prosaicas. Se deleita en lo sublime, pero se codea de buen grado con lo más feo sin ruborizarse. Lo que le hace tan diferente de las demás especies de la creación es su capacidad de ir más allá de sus simples necesidades fisiológicas. Eso es dos niveles más altos en la pirámide de Maslow que los otros animales que componen la creación.

Dado que nosotros (nuestros antepasados) hemos vivido durante mucho tiempo en el miedo y la ansiedad, estas dos emociones se reactivan fácilmente, de modo que se manifiestan sin previo aviso.

En otro registro, cabe imaginar que los impulsos sexuales se manifiestan de forma igualmente repentina. La violación era probablemente habitual en la prehistoria, y los hombres no dudaban en utilizar la fuerza física para conseguir sus fines si se encontraban con una mujer vagando en busca de bayas o presas en la naturaleza. El hombre no ha olvidado del todo, al menos en su subconsciente, el período en que sólo era un animal más o menos vestido.

La vida en la ciudad y la imposición de las consiguientes normas sociales obligaron a nuestros antepasados a dominar su miedo y sus impulsos sexuales. Vivir en sociedad significa contribuir a la seguridad para gozar a su vez de protección. Esto es lo que llamamos el contrato social. Este pacto obliga a los individuos del grupo a reprimir cualquier comportamiento hostil o predatorio y a dirigirlo contra el grupo. Por el contrario, se fomenta la hostilidad contra los enemigos del grupo. La guerra, a través del reclutamiento y la licencia que otorga a los ciudadanos, les permite expresar su pulsión de muerte de forma periódica y nos devuelve así a la antigüedad, cuando la ley era sólo la del más fuerte.


La ley del más fuerte contra la ley del más débil


La sociedad existe para dar a los débiles el derecho a existir porque tienen un papel productivo en el grupo social. Los débiles en la naturaleza no son necesariamente débiles en la sociedad. La fuerza física y moral no es tan importante en la ciudad. Lo que más importa es la inteligencia social y el pensamiento estratégico. Para dominar un grupo social, es necesario tener autoridad moral o económica.

Sin embargo, hay una regla común entre la sociedad y la naturaleza: cuanta más gente sea útil y ayude, más influencia tendrá.


Como la sociedad es un entorno sin miedo, los humanos pueden desempeñar funciones especializadas. Puede ser más productivo si se aferra a un solo trabajo, siempre y cuando los demás aspectos de su vida sean atendidos por el resto del grupo.

La sexualidad cambia su papel en la ciudad

Aristócratas y burgueses se han acostumbrado a ver el sexo como una distracción de sus funciones reproductivas. Normalmente, es el matrimonio el que da licencia a la indulgencia del deseo sexual. El matrimonio ofrece una protección material a la mujer, al tiempo que proporciona la certeza de que la descendencia pertenece al marido.

En las sociedades más antiguas, el matrimonio no estaba tan codificado como en la actualidad, pero podía existir una monogamia de hecho entre los miembros de un mismo clan.

Las élites económicas y de poder tienen una innegable ventaja en la búsqueda de los elementos más atractivos del grupo social. La seguridad que pueden ofrecer a través de su estatus es una tremenda promoción para las mujeres que consiguen llegar a un acuerdo matrimonial con uno de sus miembros.

El mismo hecho de que la élite tenga acceso potencial a las “mejores” mujeres les hace propensos a abusar de este poder al no cumplir con la contrapartida social del matrimonio.

La nobleza del hombre reside en su capacidad para superar o domar sus deseos más animales. Sin embargo, querer reprimir la naturaleza a toda costa tampoco es bueno, ya que conduce a la frustración e incluso a la neurosis. Para superar este problema, hay que conseguir sublimar estos impulsos. Los impulsos de ira o de muerte pueden encontrar una expresión o una vía de escape en la creación artística. Los impulsos sexuales también se pueden domar a través del arte, la ciencia o el deporte.

Superar los deseos impulsivos para integrarse plenamente en la sociedad a través de la vida matrimonial implica dominar ciertas técnicas para sublimar los impulsos.

Todas las sociedades modernas enseñan, quizá sin saberlo, estas técnicas, una de las cuales es el estudio. La escuela (y la iglesia o cualquier otro lugar de culto) es, en efecto, el lugar que debe enseñarnos a canalizar nuestras energías, a disciplinar nuestra voluntad para que dejemos de ser un individuo en un estado salvaje en el que reina la fuerza.

Por supuesto, hay episodios intermitentes durante los cuales la ley del más fuerte se impone. Esto ocurre a escala nacional y se denomina comúnmente guerra. Durante la guerra, la ley calla, como le gustaba decir a Cicerón. Todas las prohibiciones sociales se hacen añicos: el asesinato, el saqueo, el trabajo forzado (esclavitud), la violación y la tortura se practican sin que ninguna autoridad moral pueda ponerles freno, a menos que sea simplemente más fuerte. La guerra es una vuelta al estado natural, con la única diferencia de que las naciones actúan como individuos (las prohibiciones sociales se conservan dentro de cada grupo social).

El camino de la sabiduría

Los antiguos del mundo griego comprendieron una cosa: uno puede superar sus pasiones si adopta una filosofía práctica que le permita erradicarlas. El epicureísmo es uno de los ejemplos más característicos. Distingue entre necesidades naturales y no naturales, y entre las que se consideran necesarias y las que no lo son. El objetivo es mantener las necesidades naturales y necesarias y eliminar todo lo demás. El éxito de esta filosofía radicaría en la capacidad de mantener una disciplina de vida que consistiría en mantener el mismo rumbo y no ceder a los deseos antinaturales o innecesarios. Es más fácil decirlo que hacerlo, puede pensar. Sí, todo progreso se gana con el esfuerzo.

Catarsis para expiar las pasiones

Mientras que algunas personas son capaces de seguir una filosofía de vida, otras no pueden o no quieren hacerlo. Siempre existe la opción de la catarsis. Consiste en expiar las propias pasiones de forma indirecta. Si, por ejemplo, tienes una vena violenta en ti que está esperando a ser expresada, puedes practicar artes marciales o jugar a videojuegos que representen esta violencia. Cualquier sociedad se establece normalmente para promover la catarsis, y esto es posible en particular por la sociedad del espectáculo. El cine, la cultura pop, en definitiva la producción artística de masas, no son sólo objetos de consumo y beneficio, sino que ofrecen un reflejo de la sociedad en un momento determinado. Son también, y sobre todo, la imagen de catarsis que se ofrece al público y que evoca los problemas que sufren todas las personas que componen este cuerpo social.

Dios es el que se invoca para sublimar sus pasiones

Dios, aunque adopte formas diferentes en las distintas culturas, desempeña un papel fundamental en la sublimación de los deseos más naturales. La sublimación consiste en dar una forma o expresión diferente a un deseo. En física, la sublimación es el paso de un estado sólido a uno gaseoso. En resumen, es el acto de pasar a un nivel más sutil. La analogía es válida para el mundo de los deseos y las ideas. Un pensamiento burdo o grosero puede ser sublimado por un intenso esfuerzo espiritual y liberado como las moléculas atrapadas en un racimo sólido para tomar vuelo en una nube gaseosa.

Sublimar los impulsos es hacer que la energía vital (kundalini, como se llama en la India) no se bloquee en los chakras inferiores o intermedios, sino que la energía llegue al 7º chakra, el de la realización espiritual. Cuando uno está dominado por los deseos sexuales, significa que la kundalini está bloqueada en el segundo chakra, por ejemplo. Esto puede deberse a malos hábitos de pensamiento o a una alimentación predominantemente tamásica o rajásica, es decir, que conduce a la indolencia/ignorancia o al deseo y la codicia, respectivamente.


Para concluir, no hay progreso sin sacrificio. El sacrificio nunca es una pérdida, es una transformación, como la oruga que sacrifica su vida durante un tiempo al convertirse en capullo y luego se transforma en mariposa. Todo esfuerzo consciente nos eleva, mientras que toda pereza o simple hedonismo nos rebaja o dificulta nuestro progreso.

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